El escaparate de Elena

Ciudad de las Artes y las Ciencias, Valencia↩

Para encontrarse a uno mismo, a veces hay que perderse primero. Y muchas veces, no hace falta que te pierdas a muchos kilómetros de tu casa,  sino simplemente, compartir buenos momentos con la gente que te complementa, que se guía en la misma dirección que tú, y que te entiende como nadie. No hace falta vivir las aventuras más grandes jamás contadas, basta con reír hasta que empiezan a salir las primeras lágrimas; basta con bailar hasta que salga el sol; basta con ponerte delante y detrás del objetivo de alguien a quien admiras; basta con conocer a Fermín, a El tango o a Omael; basta con levantarte a las seis de la mañana para ir a la cala más bonita; basta con llevar una maleta llena de ropa, y aun así, robar de las ajenas; basta con comer ensalada casi hasta para desayunar; basta con tener que esperar horas en Atocha, pero que no te importe porque tu destino es el mejor que podías haber escogido; basta con llorar en el momento de la despedida. Basta con encontrar a las personas adecuadas, con las que la palabra “distancia” pierde todo el significado.

Cada vez tengo más claro que los kilómetros no separan a las personas, se separan ellas mismas. A cuánta gente tenemos al lado físicamente, pero lejos; y a cuánta tenemos lejos, pero cerca.

Podría decir que este ha sido el viaje más bonito de mi vida, en el que me he dado cuenta de muchas cosas y sobretodo, he vuelto sintiéndome muy afortunada por tener gente tan especial conmigo. Podría estar días y días escribiendo, pero os aseguro que nada de lo que pueda decir sería la mínima parte de lo que siento.

Fotos por la maravillosa Davinia.

Mono y sandalias: Tienda local | Gafas: Hawkers | Diadema: Alehop | Collar: I am